Un excombatiente y firmante del Acuerdo de Paz expone las promesas rotas y las difíciles realidades de la reincorporación en Colombia. ¿Por qué, casi una década después, el Estado sigue sin cumplir sus compromisos de educación, empleo y condiciones dignas para quienes dejaron las armas? ¿Por qué exigir estos derechos convierte a los firmantes, en sus propias palabras, en “enemigos del Estado”?

La Teoría del Aprendizaje Transformador surge de la investigación de un proyecto educativo dirigido a jóvenes y adultos afectados por la violencia del conflicto armado en Colombia. Este proyecto presenta la estrategia pedagógica Modelo Educativo Flexible Escuela Global, una propuesta innovadora orientada a la educación básica y media, con un enfoque basado en competencias. Dirigido a las víctimas del conflicto armado, busca sanar las secuelas de la violencia a través de la educación. Financiado por la Corporación Gaia Aqua, este esfuerzo se enfoca en fortalecer la investigación educativa y ofrecer nuevas oportunidades a las poblaciones más vulnerables.

Juan Guillermo Múnera Piedrahita, quien ocupó un alto rango en el Ejército colombiano, hoy se presenta como compareciente ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) en el marco del macrocaso 03, relacionado con los ‘falsos positivos’. En este proceso, Múnera Piedrahita busca esclarecer su rol y los hechos ocurridos durante su mando, asumiendo la responsabilidad por los delitos y reflexionando sobre el impacto devastador que estas acciones han tenido en la vida de las víctimas y en la sociedad colombiana. A través de su testimonio, ha reconocido la importancia de escuchar directamente a quienes sufrieron la violencia, destacando la necesidad de reparar el daño causado y asegurar que estos crímenes no se repitan en el futuro.

Las vidas de personajes como Manuel Marulanda, ‘Chiquito Malo’ y ‘Don Mario’ nos muestran las caras del conflicto armado en Colombia. Marulanda, líder guerrillero, representó la resistencia campesina frente a las injusticias. ‘Chiquito Malo’, narcotraficante, dejó una huella profunda con su ambición, mientras que ‘Don Mario’ ejemplifica la estrecha relación entre el narcotráfico y la violencia. Estos personajes, entre otros, son testigos de una historia que sigue impactando al país.

34 años después, las víctimas del Bloque Tolima reconstruyen sus historias en un contexto marcado por la violencia y el sufrimiento. Carlos Alberto Suárez, Carlos Alfaro, Diomedes Zuluaga, Elcy Chacón y José del Carmen comparten sus relatos, recordando los momentos fatídicos que han dejado huellas indelebles en sus vidas y en sus comunidades.

En esta serie, las voces de los sobrevivientes rinden homenaje a aquellos que fueron asesinados y desaparecidos, al tiempo que denuncian la impunidad que aún persiste. Cada uno de ellos aporta su testimonio, revelando cómo el conflicto armado ha alterado sus realidades y forzado a muchos a vivir en un ciclo de dolor y desarraigo. A través de estos relatos, se busca visibilizar las injusticias que han enfrentado y la lucha por la verdad, así como la necesidad de memoria y justicia en un país que sigue lidiando con las secuelas de su pasado. Estas historias, lejos de ser solo un recuerdo, son un llamado a no olvidar y a continuar la búsqueda de un futuro en paz

Gloria Vásquez asume el liderazgo de la Mesa Municipal de Víctimas en Manizales, convirtiéndose en una voz poderosa para quienes han sufrido las secuelas del conflicto armado en Colombia. Su trayectoria está profundamente conectada con la historia de violencia que ha marcado a Caldas, donde las cicatrices del pasado siguen presentes en las comunidades afectadas.

Como representante legal de la Fundación Semillas de Amor, Fruto de Paz y Perdón, se dedica a visibilizar las historias de las víctimas del conflicto. Sin embargo, su labor trasciende la simple narración de estas experiencias; su misión es impulsar un cambio real hacia la reconciliación y la paz.

En medio de masacres y desplazamientos forzados, el periodismo en Colombia ha enfrentado amenazas constantes mientras busca no solo informar, sino también humanizar a las víctimas y darles voz. En un entorno de miedo, censura y violencia, cada reportaje se convierte en un acto de valentía y resistencia. A pesar de la presión y los riesgos, los periodistas han encontrado formas de enfrentar estas adversidades, apoyándose en principios éticos y en un compromiso inquebrantable con la verdad.