Para que Cristo reine en nuestra vida, necesitamos morir a nosotros mismos mediante la mortificación, que ordinariamente se puede concretar en pequeños sacrificios hechos por amor a Dios.
Para que Cristo reine en nuestra vida, necesitamos morir a nosotros mismos mediante la mortificación, que ordinariamente se puede concretar en pequeños sacrificios hechos por amor a Dios.