Hoy estaremos leyendo 2 Samuel 21 y 22, Hechos 12 y el Salmo 83:8-13. En 2 Samuel 21, leemos sobre una sequía de tres años en Israel. David consulta al Señor y descubre que es consecuencia de una injusticia cometida por Saúl contra los gabaonitas. David busca restaurar esa injusticia, y al hacerlo, la bendición vuelve sobre la tierra. Más adelante, se nos presentan varias hazañas de los valientes de David, que vencen gigantes y enemigos temidos, recordándonos que la guerra espiritual no se gana en soledad, sino con un ejército de valientes fieles.
En 2 Samuel 22, David entona un cántico de gratitud al Señor, diciendo: “El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi salvador; mi Dios es mi roca, en quien encuentro protección” (2 Samuel 22:2-3, NTV). Es un cántico que resume su vida de dependencia, de luchas y victorias, donde siempre fue Dios quien lo sostuvo. David reconoce: “Con tu ayuda puedo atacar un ejército; con mi Dios puedo escalar cualquier muro” (verso 30, NTV).
Reflexiona: ¿Estás edificando tu vida sobre la roca firme del Señor, o sobre circunstancias cambiantes? ¿A quién acudes cuando la sequía espiritual o la crisis golpea?
En Hechos 12, vemos a Pedro en prisión, vigilado por 16 soldados, mientras la iglesia ora intensamente. En respuesta a esa oración, un ángel del Señor entra a la cárcel, rompe las cadenas y lo libera sobrenaturalmente. Pedro mismo pensaba que era un sueño. Mientras tanto, Herodes había hecho ejecutar a Jacobo, el hermano de Juan, y buscaba hacer lo mismo con Pedro. Pero “mientras Pedro estaba en la cárcel, la iglesia oraba fervientemente por él” (Hechos 12:5, NTV), y Dios respondió con poder.
Reflexiona: ¿Estás subestimando el poder de la oración ferviente? ¿Qué situaciones en tu vida o comunidad necesitan una respuesta sobrenatural que solo Dios puede traer?
En el Salmo 83, el salmista clama por intervención divina frente a enemigos que se han unido contra el pueblo de Dios. Dice: “Haz con ellos lo mismo que hiciste con Madián... como hiciste con Sísara y Jabín en el arroyo Cisón... haz que sean como la paja que arde en el fuego, como una llama que quema el bosque” (Salmo 83:9-13, NTV). Es una oración audaz, pidiendo que el poder de Dios sea evidente y que su justicia prevalezca.