• 628. Los tres reyes magos (Clásico)
    2025/01/06

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    Juan David Betancur Fernandez
    elnarradororal@gmail.com

    Bienvenidos a habia una vez…. Feliz ano nuevo. Hoy voy a hacer un cuento que tiene dos cuentos iguales pero muy diferentes.

    Había una vez, en tres lugares muy distantes de belen , tres sabios reyes. Uno de ellos vivía en el África profunda, el otro vivía en el Asia y el otro vivía en lo que hoy es Europa. Todos tres eran grandes astrónomos y conocían a la perfeccion el firmamento y sus estrellas. Pero un día vieron que una estrella aparecía y brillaba en la noche como ninguna otra lo había hecho antes. Cada uno consulto sus documentos para ver si dicha estrella se había reportado anteriormente y se dieron cuenta que esta estrella era nueva.

    Algo extraordinario había sucedido. Nunca habían visto aparecer una estrella tan bien definida y brillante de un día para otro. Debía estar marcando un acontecimiento maravilloso y único.

    Comprendieron que esta estrella anunciaba el nacimiento de un Rey muy especial, un niño que traería paz y amor al mundo.

    Decidieron seguir la estrella, y recogiendo sus cosas iniciaron el viaje cada uno por su cuenta y comenzaron a viajar hacia la dirección que les marcaba aquel astro. Melchor de origen europeo decidio llevar consigo un regalo que representara la dignidad de un rey universal. Y se le ocurrió llevar oro para dignificar aquel nuevo rey. Gaspar que venia del Asia, sabía que aquel niño que había nacido debía ser ensalzado y por ello llevo en incienso que se utiliza para pedir al cielo glorias. Por su parter Balthazar que venia de el África quería llevarle algo que le aliviara las penurias de la vida y para ello escogio la mirra que se utilizaba para curar las molestias del cuerpo y que se utilizaba como bálsamo

    El viaje de cada uno fue largo y lleno de aventuras, pero la esperanza y la fe de los Reyes Magos les dio fuerzas para seguir adelante. Finalmente, se encontraron los 3 a las afueras de belen y comprendiendo que aquella estrella marcaba efectivamente un nacimiento glorioso decidieron acercarse con humildad a aquel palacio que suponían tenía la estrella sobre si. Cual seria su sorpresa cuando al llegar vieron que la estrella iluminaba una pequeña gruta que servia de establo y que allí estaba una pareja con un bebe rodeados de unos cuantos pastores, un buey, un caballo, un burro y una oveja. Allí, encontraron al niño Jesús en un pesebre, arropado en pañales y rodeado de animales.

    Con gran reverencia, los Reyes Magos ofrecieron sus regalos al niño y se arrodillaron ante él. María y José, los padres del niño, los recibieron con gratitud y asombro. Los Reyes Magos sabían que habían presenciado un milagro y que ese niño cambiaría el destino del mundo.

    Después de pasar una noche en el establo, los Reyes Magos se despidieron y regresaron a sus tierras, llevando consigo la bendición de haber visto al Rey de reyes. Jamás olvidaron aquella estrella brillante y el niño que trajo esperanza a la humanidad.

    Y así, cada año, recordamos la visita de los Reyes Magos el 6 de enero, celebrando su viaje y los regalos que trajeron para honrar al niño Jesús

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  • 629. Los tres influencers magos (millenials)
    2025/01/06

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez, en un reino digital de nuestro ciber espacio , tres influencers que vivían y trabajaban en diferentes dominios de internet. Uno llamado Melchor vivía en el ciber mundo de Europa, el otro llamado gaspar en el ciber mundo del Asia y otro llamado Baltazar vivía en el ciber mundo del África. Estos influencer eran famosos por toda las plataformas de los medio sociales ya que permanentemente estaban haciendo posting en youtube, instagran, Facebook, x y otros muchos. Estaban generalmente muy ocupados y tenían muchos seguidores. De pronto cada uno vio como empezaban a aparecer miles de posting hablando de una estrella real que había aparecido en el cielo. Los tres que nunca se habían interesado por el firmamento y sus maravillas por estar siempre frente al computador decidieron salir a mirar las estrellas y allí frente a sus ojos vieron que era verdad. Había una estrella a lo lejos que era muy, pero muy brillante. Cada uno por su cuenta pensó. Uyyy no lo puedo creer. Tengo que ser yo el primero que me haga una selfie con esa estrella pero desde bien cerca. Y cada uno arranco su viaje. Consultaron en su GPS la mejor ruta y que debian utilizar y curiosamente los cálculos le daban a los tres que llegarían el día 6 de enero. Y así cada uno hizo las reservas por internet y se montaron en sus respectivos vehículos rumbo a ese lugar que internet les calculaba.

    Lo que los tres pensaban era que esa estrella debía estar sobre un tremendo palacio donde seguramente había nacido una mega estrella de la música o un super deportista que seria el mejor de todos en la historia. Pero cada uno pensaba que debía ser el primero en hacerse el selfie con dicha futura maravilla y su estrella

    Melchor, el experto en seguridad cibernética, decidió llevar un regalo especial: un cofre digital lleno de criptomonedas, perfecto para el futuro rey de los medios sociales. Gaspar, el gurú de la inteligencia artificial, creó un incienso digital que difundía una fragancia relajante en el entorno virtual, algo nunca visto anteriormente y que pensaba que si tenía éxito podría ofrecerlo más adelante en amazon. Baltasar, el mago de los gadgets, llevó una dispositivo que producia un calor muy especial y que además emitia un olor a mirra , Pensaba que este seria capaz capaz de curar a sus usuarios de cualquier molestia física con solo acercarlo al cuerpo.

    El viaje fue lleno de retos cibernéticos, en muchos lugares no había internet o la recepción era muy mala, en algunos lugares estaban bloqueados los contenidos y no había referencia de como seguir. En otros lugares el gps se perdia y en otros simplemente no había energía y los cargadores de los celulares se descargaban y les tocaba seguir simplemente preguntando a los habitantes. Los tres descubrieron que la gente en el mundo real era más agradable que en el ciber espacio.

    Finalmente se encontraron los tres afuera de belen y como allí no había internet ni celular ni energía les toco seguir simplemente la estrella para que los guiara. . Allí, encontraron Un niño jesus en una humilde cueva rodeado por sus dos padres, un buey, un caballo, un burrito y una ovejita. Y un grupito de pastores. Su sorpresa fue impresionante Ciertamente había un mundo real con personas reales y todas podían vivir sin internet.

    "¡Hola, somos los magos influencers!", dijeron con entusiasmo. María y José, los, los recibieron con una mezcla de sorpresa y gratitud. Melchor entregó las criptomonedas, asegurando que el futuro rey estuviera financieramente seguro. Gaspar activó el incienso digital, llenando el lugar de una fragancia relajante que mejoró el ambiente a cueva , Baltasar, con una sonrisa tecnológica, inst

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  • 627. Día 9. La generosidad (Novena de Navidad)
    2024/12/24

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Habia una vez en un pequeño pueblo de Judea una familia que después de haber recorrido muchos kilómetros habían logrado conseguir pasar la noche en una pequeña gruta que servia de establo para algunos animales. La familia estaba esperando el nacimiento de su bebe y sabían que el momento seria pronto. Aquella noche era una noche fría y el único recurso que tenían para protegerse era el heno que le daban a aquellos pocos animales que vivían allí.

    Si bien las circunstancias no eran las ideales para tener un bebe La futura madre sabía que todo saldría bien ya que su futuro hijo había sido enviado por Dios y Dios siempre estaba con ellos. Sin embargo, el frio de la noche la hacia tiritar y su esposo solo podía abrazarla para darle un poco de calor.

    En los campos cercanos vivía un un joven pastor llamado David. David era conocido por su humildad y su corazón generoso. Aunque no tenía mucho, siempre estaba dispuesto a compartir lo poco que tenía con los demás.

    Durante aquella noche fia de Invierno, David se dedicaba a cuidar a sus ovejas y se encontraba fuera de su pequeña tienda de campaña vigilando el tranquilo deambular de las ovejas dentro del corral que les había preparado.

    La luz de la luna se reflejaba sobre el blanco cuerpo de sus ovejas y esto hacia a David feliz ya que podía vigilar mejor a todo el rebaño.

    De pronto sus ojos se fueron apartando de sus ovejas y una luz extraña le llamo la atención en el firmamento. David conocía muy bien el mapa de estrellas ya que había pasado gran parte de su vida contemplando las estrellas en el campo. Esta estrella no había estado allí antes y realmente era muy brillante, tan brillante que opacaba las estrellas a su alrededor.

    La estrella además producia una luz que claramente se dirigía a algún sitio cercano. Curioso decidio seguir esa luz y ver que era lo que indicaba.

    David recorrio varios kilómetros hasta que a lo lejos se veía el poblado de Belen donde vivían sus padres pero la luz parecía caer sobre pequeña colina que se separaba de aquel poblado. Allí habían algunas grutas que se usaban como establo para los animales pero en este caso era claro que la estrella parecía haberse posado sobre una de las grutas. Curioso y con un poco de temor siguió recorriendo el camino que lo llevaba cerca de las grutas y de pronto oyo un ruido como de un bebe.

    Más extrañado aún se acercó a inspeccionar la gruta de donde provenia aquel sonido inconfundible. Lentamente se asomo a la gruta y vio allí que entre la paja que se le daba a los animales para comer había una pareja con un bebe en sus manos. No sabía sus nombres y porque estaban allí pero David sabía que aquel era un momento glorioso y que estaba ante algo muy especial. Sabía que debía ayudar a aquella pareja y aquel niño indefenso.

    Con mucho cuidado se acercó a la pareja y sacándose de sus hombros el pobre manto de lana que lo acompanaba cuando salia a la interperie se lo ofrecio a la madre. Esta lo miro con mucha emoción y reconociendo en David un ser generoso acepto el manto y suavemente lo puso sobre el cuerpo del bebe recién nacido.

    El bebe sonrio al sentir el suave y cálido toque de aquel manto y de sus sabios salieron unos cuantos sonidos de placer.

    David no podía dejar de mirar aquel bebe, reconocia en el un ser que traería un nuevo mensaje al mundo. Pese a estar en un lugar humilde y rodeado por un par de humildes animales había algo en su mirada y en su gesto que le traía una sensación de paz.

    Sin saber porque se arrodillo a un lado de aquel bebe y las manos del bebe se extendieron para toc

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  • 626. Día 8. El Perdón (Novena de Navidad)
    2024/12/23

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  • 625. Dia 7. La Esperanza en Navidad (Novena de Navidad)
    2024/12/22

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez una ciudad llamada Luna Gris, Se llamaba así porque la niebla que bajaba de las montanas se enroscaba entre los edificios como fantasmas y la luna cuando salia no brillaba en todo su esplendor sino que se veía gris y triste. En esa ciudad la gente caminaba con la mirada baja, la Navidad había perdido su brillo. Las luces parpadeaban sin alegría, los villancicos sonaban huecos y los regalos se entregaban sin emoción. La esperanza parecía haberse esfumado, dejando tras de sí una sensación de vacío y desilusión.

    En un pequeño taller de las afueras de la ciudad, trabajaba un zapatero llamado Elías. Sus manos, marcadas por el tiempo y el trabajo, habían conocido la dureza del cuero y la frialdad de las herramientas. Elías había perdido a su esposa hacía unos años y, desde entonces, la tristeza se había instalado en su corazón, como una sombra persistente. La Navidad, que antes era un tiempo de alegría, se había convertido en un recordatorio doloroso de su pérdida.

    Este año, Elías no tenía ningún deseo de celebrar la Navidad. No había adornado su taller, ni había preparado ninguna cena especial. Se limitaba a trabajar en silencio, intentando ahogar su tristeza en el ritmo repetitivo de su oficio.

    Una tarde, mientras Elías trabajaba en un par de botas viejas, una niña llamada Sofía entró a su taller. Sofía, de ojos brillantes y sonrisa traviesa, era la hija de un vecino. Siempre radiante de alegría, era una pequeña chispa de luz en la sombría ciudad de Luna Gris.

    "Buenas tardes, señor Elías," dijo Sofía con voz dulce. "Mi mamá me dijo que usted hace los mejores zapatos de la ciudad."

    Elías levantó la vista, sorprendido por la visita de la niña. Sus ojos, cansados y apagados, se encontraron con los de Sofía, que brillaban con una alegría contagiosa.

    "Sí, hago zapatos," respondió Elías con voz ronca. "Pero no creo que sean muy especiales."

    Sofía sonrió y se acercó a la mesa de trabajo de Elías y con su suave voz murmuro "Yo creo que sí," dijo con convicción. "Yo creo que usted hace zapatos con magia."

    Elías se sintió conmovido por las palabras de la niña. La magia era algo que había dejado de creer hacía mucho tiempo.

    "¿Qué te gustaría que te hiciera?" preguntó Elías con curiosidad.

    La niña manteniendo la voz baja le dijo como si fuera un secreto. "Quiero unos zapatos que me hagan volar," respondió Sofía con los ojos llenos de ilusión.

    Elías sonrió con tristeza. "No creo que pueda hacer eso," dijo. "Pero puedo hacer unos zapatos que te hagan sentir feliz."

    Sofía sonrió y asintió con entusiasmo.

    Durante los días siguientes, Elías trabajó en los zapatos de Sofía con una dedicación que no sentía hacía mucho tiempo. Utilizó el cuero más suave, las puntadas más finas y los colores más brillantes. Mientras trabajaba, recordaba la alegría que sentía su esposa al ver los zapatos nuevos que el hacia.

    En la víspera de Navidad, los zapatos de Sofía estaban listos. Elías se los entregó con una sonrisa que había olvidado que existía. Sofía, al verlos, gritó de alegría. Se los puso de inmediato y comenzó a correr por el taller, riendo y saltando y abriendo los brazos como alas como si de verdad pudiera volar.

    La alegría de Sofía era contagiosa. Cuando elias vio a aquella niña como si volara con sus zapatos sintió que una pequeña chispa de esperanza se encendía en su corazón. Era como si la magia de la Navidad, que había creído perdida, estuviera volviendo a su vida.

    Esa noche, mientras caminaba por las calles de Luna Gris, Elías notó algo inusual. La gento lo miraba a el y le agradecían.

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  • 624. Día 6 La bondad de la navidad (Novena de navidad)
    2024/12/21

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un valle que se llenaba de luciérnagas cuando caia la noche y por eso era llamado el valle de las Luciérnagas, En dicho valle la nieve caia como polvo de estrellas y los arboles se llenaban de copos de nieve que resplandecían con la luz de la luna. Allí en medio de aquel valle vivían los habitantes de un pequeño poblado que valoraban mucho la bondad sobre todas las cosas Sin embargo, en una colina aledaña que llamaban la colina silenciosa vivía un anciano llamado Silas. Silas era un viejo ermitaño que no se relacionaba con nadie y del que se decía que tenía el corazón frio y duro como una piedra. Lo que no sabían es que aquel viejo tenía una amargura que le había congelado el corazón.

    Silas, en otros tiempos, había sido un hombre generoso y alegre, conocido por su habilidad para tallar juguetes de madera que llenaban de felicidad a los niños del valle. Pero una gran desilusión, una traición que le había calado hasta los huesos, le había llevado a recluirse en su cabaña en la colina, lejos de la vida y de la alegría. Cada Navidad, mientras el valle se llenaba de luces y risas, Silas se encerraba en su soledad, dejando que el resentimiento se alimentara como un fuego oscuro y se encerraba en lo más profundo de su cabaña para no oír o ver la felicidad de los habitantes de aquel pueblo en el valle.

    En el corazón del valle, vivía una niña llamada Iris, cuyos ojos brillaban con la misma luz que las luciérnagas que daban nombre a su hogar. Iris, a pesar de su corta edad, poseía una sabiduría que iba más allá de sus años. Observaba el mundo con atención y sentía una profunda empatía por todos los seres vivos.

    Un día mientras caminaba con su padre cerca a la cabaña de Silas lo vio en la puerta regando las plantas y le pregunto a su padre quien era el. El padre le contó la historia de Silas y como cuando el era niño era Silas quien le regalaba los mejores juguetes de madera. Y el recordaba con mucho cariño la bondad de aquel hombre hoy encerrado en su casa alejado de la sociedad. Iris vio en los ojos de aquel hombre una mirada triste que le impacto.

    Este año, la tristeza de Silas le preocupaba más que los adornos navideños o los regalos.

    Iris no entendía por qué Silas, que había sido tan generoso en el pasado, se había cerrado al mundo. Decidió que debía hacer algo. No sabía cómo, pero su corazón le decía que la bondad era la llave para derretir el hielo que había congelado el alma del anciano.

    Con la llegada de la Navidad, Iris ideó un plan. Reclutó a sus jóvenes amigos, , y les propuso crear un regalo especial para Silas. No sería un juguete tallado con madera, ni un adorno brillante. Sería un regalo hecho con la bondad y el cariño de sus corazones.

    Durante días, los niños trabajaron en secreto. Recogieron las frutas más rojas y dulces del bosque, cosieron pequeñas bolsas de tela con retazos de sus propios vestidos, y escribieron cartas llenas de palabras amables. Cada acción era un acto de bondad, un intento de transmitir la calidez que sentían hacia el solitario anciano.

    En la víspera de Navidad, mientras la nieve caía suavemente sobre el valle, Iris y sus amigos subieron hasta la cabaña de Silas. Dejaron los regalos en la puerta, con un pequeño cartel que decía: "Para Silas, con el cariño de los niños del Valle de las Luciérnagas". Luego, se escondieron entre los árboles, esperando que el anciano saliera.

    Pasaron las horas y, finalmente, la puerta de la cabaña se abrió. El anciano Silas salió con cautela como siempre pero sus ojos vieron algo que no se esperaba. Una docena de pequeños paquetes de frutilla con notas pegadas, su rost

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  • 623. Día 5. El entusiasmo de la navidad (Novena de Navidad)
    2024/12/20

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pueblo llamado Cedro Alto, donde los árboles milenarios susurraban como si contaran sus secretos al viento y las casas se protegían de el viento bajo la sombra de las montañas, En este pueblo la Navidad era un tiempo de tradiciones arraigadas y corazones cálidos. Sin embargo, este año, un joven llamado Esteban se sentía ajeno a la alegría festiva.

    Esteban vivía con su abuelo, un anciano relojero de manos temblorosas y ojos sabios. El abuelo se pasaba los días reparando relojes antiguos, escuchando el tic-tac de las historias del tiempo. Esteban, aunque amaba a su abuelo, se sentía frustrado por su propia incapacidad para comprender el valor de las tradiciones. Para él, la Navidad se había convertido en una repetición monótona de adornos, villancicos y cenas familiares y honestamente no le veía ningun sentido.

    Este año, Esteban había decidido no participar en la celebración. No tenía ningún interés en las muestras de afecto, ni los regalos, ni en las luces que parpadeaban sin cesar. Se sentía desconectado de la magia que todos parecían disfrutar. En su lugar, se refugió en el taller de su abuelo, observando en silencio cómo las manos del anciano manipulaban las piezas diminutas de los relojes.

    Una tarde, mientras Esteban miraba con desgano el trabajo de su abuelo, éste le entregó un pequeño reloj de bolsillo antiguo. El reloj estaba roto y su esfera, opaca por el tiempo, apenas dejaba ver las agujas.

    "Este reloj," dijo el abuelo con una voz suave, "es especial. No marca el tiempo como los demás, sino que marca las pequeñas cosas, los momentos que realmente importan."

    Esteban tomó el reloj con curiosidad. "¿Pero qué momentos marca?" preguntó con escepticismo.

    "Eso," respondió el abuelo con una sonrisa enigmática, "depende de ti, Esteban. Debes aprender a escuchar el tic-tac del corazón y descubrir los momentos que verdaderamente te hacen feliz."

    Esteban, sin entender del todo, guardó el reloj en su bolsillo. Esa noche, mientras el resto del pueblo celebraba y cantaba villancicos de la novena de navidad, él se sentó solo en la ventana, observando las luces de las casas como si fueran estrellas lejanas. Sintió un profundo vacío, una sensación de que se estaba perdiendo algo importante.

    En ese momento, recordó las palabras de su abuelo y sacó el reloj de su bolsillo. Al tocar la esfera fría, notó que la aguja minutera se había movido ligeramente. Esteban, intrigado, decidió salir a la calle. Caminó sin rumbo fijo, dejando que el destino lo guiara.

    Mientras vagaba por las calles silenciosas, vio a una joven sentada sola en un banco del parque. La joven, llamada Clara, estaba llorando. Esteban, recordando la soledad que él mismo sentía, se acercó a ella.

    "¿Qué te pasa?" preguntó con timidez.

    Clara le contó que había perdido su collar favorito, un regalo de su abuela fallecida. Esteban, movido por la empatía, decidió ayudarla. Juntos, buscaron en la nieve durante horas, hasta que, finalmente, Esteban encontró el collar entre las hojas caídas de un arbusto y ambos simplemente se pusieron a reir de alegría por haber encontrado el collar y la joven abrazo con ternura a esteban.

    La alegría de Clara al recuperar su tesoro fue contagiosa. Al ver su sonrisa, Esteban sintió una punzada de calidez en el pecho. Miró el reloj y notó que la aguja minutera se había movido de nuevo. Esta vez, entendió lo que su abuelo quería decir. El reloj no marcaba el tiempo, sino los momentos en los que el corazón latía con más fuerza: los momentos de conexión, de empatía, de alegría compartida.

    A partir de esa n

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  • 622. Día 4. La felicidad de navidad (Novena de Navidad)
    2024/12/19

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    Juan David Betancur Fernandez
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    Había una vez un pueblo llamado Colores Brillantes, donde las casas parecían cajas de colores derretidos y la nieve caía en suaves copos de todos los colores del arcoíris, en este pueblo vivía una niña llamada Cassie . Cassie adoraba la Navidad más que a nada en el mundo. No por los regalos o las luces, sino por la sensación cálida y burbujeante que le inundaba el corazón, una especie de cosquilleo mágico que llamaba "La Felicidad de Navidad".

    Sin embargo, este año, Cassie notaba que la "Felicidad de Navidad" no brillaba con la misma intensidad pese a que ella quería ser feliz. A pesar de los árboles adornados con luces y grandes bolas de colores, los villancicos cantados a todo pulmón y las galletas de mantequilla con forma de estrella, Cassie sentía un vacío que no podía explicar. Sus amigos también parecían un poco tristes y apagados, como si a la magia le faltara una pizca de su ingrediente secreto.

    Una tarde, mientras paseaba por el parque, Cassie vio algo inusual. En un rincón sombrío, lejos de las luces navideñas, había un anciano que Cassie conocía ya que siempre estaba en el parque. Pero esta vez estaba sentado en un banco , con la mirada perdida . Se llamaba Don Sol, y aunque su nombre evocaba calor, su rostro transmitía tristeza que semejaba frialdad. Cassie , con la curiosidad que la caracterizaba, se acercó a él.

    "¿Por qué estás tan triste, Don Sol?" preguntó Cassie con dulzura.

    Don Sol suspiró. "He perdido mi 'Chispa de Alegría'," respondió con voz apagada. "Antes, sentía la misma felicidad navideña que tú, pero ahora, parece que se ha ido para siempre."

    Cassie sintió un nudo en el estómago. Si alguien como Don Sol, que parecía irradiar bondad, había perdido su "Chispa de Alegría", ¿qué esperanza había para ella y para el resto del pueblo? Decidió que debía hacer algo.

    Cassie se embarcó en una misión para encontrar la "Chispa de Alegría" de Don Sol. Primero, reunió a sus amigos y les explicó la situación. Juntos, decidieron buscar pistas en los lugares más felices del pueblo: la heladería, donde los helados de mil colores siempre arrancaban sonrisas; la tienda de juguetes, donde la risa de los niños resonaba en cada rincón; y la plaza principal, donde los músicos tocaban melodías alegres.

    Pero la "Chispa de Alegría" no aparecía por ningún lado. Cassie y sus amigos se sentían desanimados. La "Felicidad de Navidad" parecía más escurridiza que nunca. Entonces, Cassie recordó algo que su abuela le había dicho: "La verdadera felicidad no se encuentra, se crea."

    Con una nueva chispa de esperanza, Cassie y sus amigos decidieron cambiar su estrategia. En lugar de buscar la felicidad, empezarían a regalarla. Comenzaron a crear pequeños actos de bondad: ayudaron a la anciana de la tienda de dulces a ordenar sus caramelos, regalaron dibujos a los niños solitarios, e incluso organizaron un pequeño concierto de navidad improvisado en el parque para animar a los vecinos.

    Mientras hacían estas acciones, Cassie comenzó a sentir algo extraño. No era la "Felicidad de Navidad" que conocía, sino algo más profundo y poderoso: la alegría de hacer felices a los demás. Y para su sorpresa, esta nueva sensación comenzó a irradiarse hacia sus amigos, quienes sonreían con una luz especial en los ojos.

    Finalmente, Cassie y sus amigos se acercaron a Don Sol. Le contaron sobre su aventura y los actos de bondad que habían realizado. Le ofrecieron una taza de chocolate caliente y le obsequiaron una pequeña guirnalda hecha a mano, llena de corazones de papel.

    Don Sol tomó la guirnalda con manos temblorosas y, mientras miraba l

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