
El Juicio del Mono
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El calor es sofocante. No es un calor cualquiera: es denso,espeso, casi pegajoso. Un calor que se mete por los poros y se enrosca en los pensamientos. Es julio de 1925, y el sol de Tennessee se derrama sobre las calles polvorientas del pequeño pueblo de Dayton, como si quisiera ser testigode lo que allí va a ocurrir. Los ventiladores giran lentos en las ventanas, las cigarras cantan como si presintieran algo, y las miradas se concentran en un solo lugar: el juzgado del condado de Rhea.
Hay algo extraño en el ambiente. Como si el pueblo entero sehubiera convertido en escenario. Los vendedores ambulantes han montado puestos con figuras de monos de peluche, los niños corretean con caretas de Darwin y las cámaras de los periódicos más importantes del país apuntan hacia la puerta del tribunal. Por primera vez en la historia, un juicio será retransmitido en directo por radio. No se juzga un asesinato, ni un robo, ni siquiera una estafa. Se juzga una idea.
Y esa idea es poderosa, incómoda, peligrosa. Porquecuestiona el origen mismo del ser humano. Porque se atreve a decir que el hombre no fue creado de barro por un dios en seis días, sino que evolucionó, poco a poco, durante millones de años, a partir de formas de vida más simples.Y eso, en este rincón profundamente religioso del sur de Estados Unidos, no solo es escandaloso: es ilegal.
El acusado es John Scopes, un joven maestro de ciencias que,según dicen, enseñó a sus alumnos la teoría de la evolución de Darwin. Pero eso, en realidad, es lo de menos. Porque John es apenas un peón. Lo que se juega aquí es mucho más grande: es una batalla entre dos visiones del mundo.Una que mira al cielo buscando respuestas eternas, y otra que excava en la tierra buscando huesos de nuestros antepasados. Una que se arrodilla ante la fe, y otra que se abraza a la razón.
¿Puede ser delito pensar? ¿Puede una teoría científica serperseguida como si fuera una herejía? ¿Y qué ocurre cuando una ley pretende dictar lo que se puede enseñar, lo que se puede creer, o lo que se puede imaginar?
Este juicio no fue solo eso. Fue un espectáculo, una farsa,un grito, un espejo deformante donde América se miró a sí misma y no supo si reír, llorar o esconderse.
Y aunque ocurrió hace ya un siglo, sus ecos aún resuenan. Porque los dilemas que encendieron aquel verano siguen vivos en nuestras escuelas, en nuestros debates, en nuestra forma de entender quiénes somos y de dónde venimos.
Así empieza esta historia. Con un calor sofocante. Con unmaestro en el banquillo. Y con una idea que se niega a ser encadenada.