Es importante convivir en familia; el tiempo en familia es fortaleza, nos enriquece de muchas maneras, genera grandes y hermosos recuerdos.

El tiempo de juventud es mucho más que una etapa, es un torrente de emociones que a su paso va dejando marcas imborrables en forma de experiencias y vivencias.

Lo importante no es desear ser sanado sino sanar y la sanidad no puede ser únicamente física, sino necesariamente también en forma integral espiritual y anímica por la fe.

Dejamos de soñar, cuando dejamos de creer, cuando no tenemos tiempo de hacer un alto en el camino y cerrar los ojos.

La vida necesita de sueños porque los sueños crean esperanza e ilusión, lo que sigue ahora es dejar que tomen forma uno a uno y con los pies bien puestos en el suelo, iniciar con los fundamentos necesarios para construir el resto de nuestra vida, de frente y siempre en pos de mejores días.

No despreciemos la mejor influencia que podremos tener en la vida y además de primera mano, nuestros padres.

No necesitas una media naranja, tampoco una amiga o amigo, mucho menos un compañero o compañera, necesitas a quién complemente plenamente tu vida en verdad.

Los hábitos construyen o bien si lo permitimos, se vuelven en una herramienta por demás destructiva.

No permitamos que nuestra personalidad sea definida por los hábitos equivocados, si de alguna forma recibimos señales de alerta por ciertos asuntos, es necesario que revisemos con seriedad las cosas y comencemos a trabajar para mejorar lo que debe ser mejorado y eliminar definitivamente de nuestro actuar lo que no nos da ningún beneficio.